La Ciudad de Puebla (en el Estado del mismo nombre) se encuentra a dos horas de camino desde la Ciudad de México. LLamada el «Relicario de América» cuenta con uno de los mayores patrimonios culturales tangibles en el país, tanto por su arquitectura, su música y su variedad gastronómica.
La ciudad de Puebla fue fundada por los españoles, el 16 de abril de 1531, con el nombre de «Puebla de los Ángeles», debido a una leyenda que dice que los ángeles bajaron en sueños a Julián Garcés, primer obispo de Tlaxcala, señalándole el lugar y el trazado donde debería erigirse la nueva población. Por esa razón, al serle concedido por Carlos V el escudo de armas, en él se representa una iglesia de cinco torres, sostenida por dos ángeles.
Siendo, como es, una ciudad colonial y una de las más conservadoras en el país, hay muchos lugares para visitar y leyendas que conocer. La loza de talavera poblana, por ejemplo, es una de las más famosas en el país y en el mundo. Las «pasitas», son una bebida, destilada artesanalmente en un curioso bar situado en uno de los bazares más importantes de la ciudad. Las fábricas de hilados y tejidos son otra cosa digna de ver, así como los Fuertes de Loreto y Guadalupe, escenario importantísimo de las batallas del ejército mexicano durante el período de la Intervención francesa.
Puebla, además, cuenta con un mercado de dulces donde se venden verdaderas delicias : el famoso camote poblano (batata dulce, de sabores); los «borrachitos» (dulces envinados, de consistencia gelatinosa) y el tradicional rompope, un licor de huevo (parecido al «eggnog anglosajón) muy dulce que, tradicionalmente, se elaboraba en los conventos. En Puebla, además, se han inventado muchos de los platillos que el turismo internacional reconoce como propios de México: desde las humildes «cemitas» y «chalupas»; hasta dos de las muestras de la alta gastronomía mexicana: los chiles en nogada y el mole poblano.
Ángeles Mastretta (escritora); Vicente T. Mendoza (compositor y folclorista); Ignacio Zaragoza y los indios zacapoaxtlas (defensores de la Ciudad en la famosa Batalla de Puebla, contra los franceses), son algunos de los poblanos célebres. Pero uno de los personajes más famosos de Puebla, es una mujer que, curiosamente, ni siquiera era mexicana pero se convirtió no sólo en un símbolo de la Ciudad,, sino en uno nacional, reconocido internacionamente: LA CHINA POBLANA
HISTORIA Y MITO
Cerca de la puerta que comunica el presbiterio con la sacristía, en la Iglesia de la Compañía, se localiza una lápida empotrada que señala el lugar donde fueron enterrados los restos de Catarina de San Juan, que fure el nombre cristiano que le escogieron a Mirnha, una princesa mongola de la India Oriental, nacida en Indra Prastha en 1609.
Huyendo de los turcos, su familia llega a la costa donde, los traficantes de esclavos portuguesas, la hacen prisionera llevándo la a Cochín para, posteriormente, enviarla a Manila donde el gobernador, por encargo del marqués de Gálvez (virrey de México) trata de comprar a la princesa. Sin embargo, el mercader tenía un comprador anterior , el capitán Miguel de Sosa y su esposa Margarita. Así, Mirnha fue sigilosamente embarcada para la Nueva España en 1620.
Llega al puerto de Acapulco, en la Nao de China, causando gran asombro entre la población: se dice que era la primera persona de origen oriental que llegaba al puerto y por esa razón, amén de su atavío, fue llamada «la chinita» de inmediato. El vestido que tanto asombró a los pobladores, constaba de una camisa con ricos bordados; zagalejo de brillantes colores, con lentejuelas ; unas chancletas de seda y largas trenzas.
Sus dueños poblanos, bautizaron a Mirnha en la iglesia del Santo Ángel de Analco, con el nombre de Catarina de San Juan y fue educada en el cristianismo siendo considerada, más que como sirvienta, como un miembro de la familia. Sin embargó fue casada con un esclavo, de origen chino con el cual se rehusó a hacer vida conyugal, por lo que continuó viviendo con los Sosa.
En casa, seguía luciendo los ropajes que tanto asombraron a los acapulqueños, pero los fue mezclando con los atuendos indígenas de la región, naciendo así el traje típico de la China Poblana. Ingresó, posteriormente al Convento de Santa catalina, donde adquirió fama de Santa (por curar a los enfermos).
«En torno al vestido de la china poblana se conocen legendarias historias. Catarina de San Juan vistió siempre trajes parecidos a los de la actual “China Poblana”, por lo que se identificaba con las indias de la región y a la vez recordaba sus trajes orientales. Evocando sus atuendos cortesanos, la princesa copia el enredo confeccionado con dos piezas de tela de contrastados tonos, para convertirlo en la falda europea, amplia y con los bajos en picos, bordada de lentejuelas y chaquira. El huipil, en la camisa española también bordada. La faja o chincuete en el rebozo suelto, sobre los hombros y los brazos. Los colores verde, blanco y rojo fueron adoptados más tarde, de la Bandera Nacional, una vez que México alcanzó su independencia en el siglo XIX. Más que oriental el traje de China Poblana es mestizo mexicano y habla claro de la fusión de las culturas indígena y española, que cuajó en multitud de obras de gran belleza. Muchos consideran que la leyenda de la “China Poblana” no pasa de ser eso; leyenda. Pero la tradición ha dejado el traje, que sigue siendo usado a través de los siglos por las mujeres mexicanas» (Markos Castilo).
En la página de Guadalupe Loaeza (una importante escritora mexicana), pueden encontrar otra versión de la leyenda: LA CHINA POBLANA
EL MOLE POBLANO
No recuerdo si les habré hablado ya del mole poblano, de lo que estoy segura es que este platillo es uno de los más famosos internacionalmente, tanto por ser ingrediente de una de las múltiples versiones de la «enchilada» , como por combinar una gran cantidad de ingredientes como el chocolate y diversas variedades de chile (una de las versiones de la receta, la pueden encontrar en el libro «Como agua para chocolate, de Laura Esquivel).
Los aztecas preparaban para sus grandes señores, un platillo complicado al que llamaban «mulli» que, en náhuatl, significa potaje o mezcla, es decir, una salsa espesa. Supongo que, en otros países, existen leyendas que involucren algún platillo regional. La del mole poblano tiene, cuando menos , dos de ellas.
Primera Versión: cuando un accidente culinario, se transforma en delicia
Juan de Palafox, Virrey de la Nueva España y Arzobispo de Puebla, visitó su diócesis, en una ocasión, y un convento poblano le ofreció un banquete, para el cual los cocineros de la comunidad religiosa se esmeraron especialmente.
El cocinero principal era Fray Pascul que, ante la importante visita, iba corriendo nervioso, por toda la cocina, dando órdenes y reprendiendo a sus ayudantes por el desorden en la cocina. En un momento dado, el fraile , en un intento por organizar el desbarajuste, toma una charola y amontona todos los ingredientes para guardarlos en la despensa.
Era tanta la prisa y el nerviosismo que ,el pobre fraile, tropieza frente a una cazuela donde se estaban cocinando un par de suculentos guajolotes (pavos): chiles, trozos de chocolate y múltiples especias fueron a parar en la cazuela, ante la desesperación del cocinero, en el justo momento en el que le avisaban que los comensales ya estaban sentados a la mesa.
Encomendándose a todos los santos que pudo recordar, el fraile sirvió el platillo. Un rato más tarde, para su sorpresa, le hicieron llegar los múltiples elogios que su accidentado platillo, provocó en el paladar de todos aquellos que lo consumieron. Será por eso que, en los pequeños pueblos de la región, las apuradas amas de casa invocan la ayuda del fraile, con el siguiente verso: «san Pascual Bailón, atiza mi fogón.
Segunda Versión: un problema de lenguaje, bautiza un platillo
Esta versión ubica el nacimiento del mole poblano, en el convento de Santa Clara donde, una de sus monjas, molió diferentes variedades de chiles y otros condimentos , en un metate.
Como las monjas mantenían un voto de silencio, la mayor parte del día no podían hablar. Sin embargo, un día en el que estaban trabajando, un delicioso aroma en la cocina, se extendió por todo el convento incitándolas a reunirse en ese lugar
Viendo lo que estaba pasando, la madre superiora , rompiendo el silencio que debía guardar, exclamó: «Madre ¡Qué bien mole!» . Las demás hermanas, en medio de carcajadas, se apresuraron a corregirla diciendo: «Se dice ¡qué bien muele!, hermana! De ahí el nombre del platillo.
Esta versión es la que más se ha explotado como verdadera, especialmente por un restaurante llamado «La fonda de Santa Clara», como medio publicitario.
Otra versión cuenta que el Mole Poblano (cuya receta original utilizaba cerca de un centenar de ingredientes), fue creado en Puebla de los Ángeles en el siglo XVII por la Madre Andrea de la Asunción, monja dominica del convento de Santa Rosa con motivo de una celebración.
Debido a la multiplicidad de sus ingredientes, así como al proceso para elaborarlo, es muy difícil creer que el mole fue producto de un accidente. lo cierto es que es uno de los platillos de la alta cocina mexicana y patrimonio cultural de mi país.
Les dejo esta cancioncita, de Virulo, donde habla de algunos de sus ingredientes:
PD:
La leyenda, otra vez tarde, porque me parece que estas últimas semanas voy viviendo de acuerdo a las Leyes de Murphy: cuando no se descompone algo en casa, se descompone algo fuera de ella. Esta vez se perdió, en alguna parte de la dimensión desconocida (esto es, el interior de mi computadora), el disco de inicio, por lo que tuve que formatearla perdiendo, además de varios programas, tres días completos. Sospecho de las manitas inquietas de mi piraña menor y ya no sé si reprenderla o darle las gracias, porque si aquello de "echando a perder se aprende" resulta cierto, entonces voy camino a convertirme en una experta.
Un poquito de paciencia, por favor, que ya iré poniéndome al día en sus espacios, en cuanto termine de instalar los programas que me faltan.
Besos a todos y espero que hayan tenido un buen fin de semana
7 comentarios:
Niña como siempre una lección preciosa de tu tierra, que ya sabes que admiro y hoy con la historia de la chinita, y los fogones por medio que una no sabe a que acudir.
Un descanso y sigo leyendote Besos
Me encanta detenerme en tu blog, en un rato de calma, y sumergirme en las historias de tu tierra. Tanto las vestimentas como la gastronomía, han sido siempre fuente de leyendas, que se han ido adaptando a las "necesidades" de quienes las divulgaban. Eso sí, ¡qué hambre da ver la imagen del rico mole poblano!. Tienes que incluír la receta, para que las "cocinillas" nos animemos a probarla.
Un beso, y suerte con los "duendes informáticos".
Soledad.
No conocía nada de esa leyenda. Cada vez me sorprende más la riqueza y variedad que encuentras en tu tierra.
¡Por Dios mi niña, cómo me haces viajar y añorar caminos de tus pueblos, de esa tierra mágica que siempre he pensado que al tocar su suelo, se toca la historia de nuestra américa en la grandeza de su gente!
Gracias por todo lo que nos das.
Besos,
Migdalia
Hola, te comunico que he cambiado el nombre de mi blog. Ya no se llama "Es bueno saber..."
Entra y sabrás porqué lo he cambiado.
Y en el blog de viajes (milcamins.blogspot.com) estoy publicando mis días pasados en Chiapas.
Abrazos solidarios!!
Mi Lupita linda, entrar en tu "casa" es como submergirse de pleno en cada lugar que nos enseñas, en historia, leyendas, conocimientos culinarios y música, más completa y enriquecedora no puede ser una Entrada... Gracias, Niña Linda, y no te preocupes... soluciona tus problemas informáticos con tranquilidad que nosotros estaremos siempre aqui...
Besitos y apapachos muy cariñosos..
Que bonita lectura espero y no se acabe la diversidad debería de haber mas importantes historias
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