Esto escribía de ti hace un año: No va a castigarme con silencio, rechazo, indiferencia, por decir lo que siento. No va a dejarme trocitos de ilusiones que recoger, ni lagrimas que tragar, ni penas que ocultar, ni alegrías que fingir, porque nunca antepone el orgullo a la empatía; también tiene su historia y sus cicatrices pero no por ello deja de soñar.
Hoy, a la distancia, y después de pasar por el desencuentro que tú y yo conocemos y que siento como una pérdida que me oprime el pecho, vuelvo de nuevo a escribir, con la esperanza de que recojas esta botella que lanzo al mar cibernético.
En estos días me he desgranado a palabras: tú sabes desde que nos conocemos que no me manejo bien en el silencio, que me confunde, que me hace sentir perdida y triste. He desnudado mi alma contigo, te he puesto en las manos secretos que a nadie más he contado porque confío en ti y, ahora que se exactamente lo que siento, sigo pensando que en ese noble corazón que he tenido la fortuna de conocer, no cabe el orgullo. Creo que lo que hemos invertido en esta amistad no ha sido en vano, ni el tiempo se ha perdido que, como alguna vez me dijo alguien a quien también quise mucho "este azar de la vida no fue para darse la espalda sino para mirarse a los ojos".
En
este desencuentro lo que me ha dolido más es sentir que perdí ésa
confianza absoluta que antes me tenías: ha pasado mucha agua entre
nosotros, muchos malos entendidos, pero nunca he cerrado mi puerta
porque darte mi tiempo, confiar en ti, querer seguir conversando de
nuevo no ha sido ni es un sacrificio. Me parece que, desde aquella
primera vez, cuando no nos conocíamos tanto y me echaste como ahora,
fuímos construyendo con mucho esfuerzo mutuo, los cimientos de una
amistad de ésas que trasciende el tiempo y la distancia. Hablar contigo
solo cuando te necesite me parece mezquino de mi parte y, además, tú
sabes que no lo haría porque no soy de las que quiera aumentar, con mis
problemas, las viscisitudes que creo adivinar estás pasando a veces. Me
atreví en el último correo, porque tenía miedo y buscaba tu frase
certera, tu mirada limpia, tu objetivo análisis. No supe explicarlo y lo
lamento mucho, no te imaginas cuanto.
Y
lamento que la razón por la que estamos pasando ésto, sean un montón
de palabras que, aún sin mala intención, te hicieron recordar otro mal
entendido que yo creía resuelto y que ahora veo no fue así. Me hubiera gustado saberlo y hablar al
respecto, ofrecer una disculpa y hacer un pacto contigo que sabes que
no rompería por nada del mundo porque, a pesar de mis enfados, sería
incapaz de hacer algo que te dañara tan profundamente
como presiento que ha pasado esta vez.
Respecto a ti , como tú decías de mí hace algún tiempo (y entonces quizá no lo entendí): así como eres me gustas, no pretendo que cambies nada y no me gustaría dejarte ir tan fácilmente. No
sé que crees que vas a encontrar en mis ojos, ni la intención
que parece piensas llevan mis últimos mensajes, que te hacen querer
cerrarme la puerta y dar la espalda. No hace mucho he perdido a un amigo
debido a una enfermedad terrible. Perderte a ti por un mal entendido,
en medio de un año de tantas difíciles renuncias, me tira al piso, me
hace sentir desolada.
¿Recuerdas
que alguna vez hablamos sobre las segundas y hasta terceras
oportunidades? Dijimos que todo mundo las merecía sin traer, del pasado,
lo que ya se había hablado. Yo sigo pensando lo mismo, sigo dejando,
como la primera vez, mi puerta abierta y, aunque enfadado en este
momento parezcas duro e inflexible yo sé que no lo eres, por éso
mantendré la esperanza de que, algún día, me brindes esa oportunidad:
para comenzar de nuevo sin dudas, resquemores o falsas expectativas;
contándonos nuestras cosas, riéndonos de cuando en cuando, tomando café
como amigos de mucho tiempo...como antes en esas interminables charlas
que extraño grandemente.
Mi corazón va abrazando al tuyo SIEMPRE, mi buen amigo.
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